En 1989, la NASA realizó un experimento para demostrar que el tiempo no existe. Colocaron a una mujer de 27 años en una cueva para vivir en aislamiento, monitoreada únicamente por dispositivos electrónicos que seguían los cambios hormonales de su cerebro. Después de 130 días, cuando se abrió la cueva, la mujer apartó al personal, renuente a salir.
Por qué el tiempo importa
El tiempo juega un papel crucial en nuestras vidas diarias, desde comer hasta trabajar, seguimos su ritmo, revisando habitualmente nuestros teléfonos o relojes. Imagina un día sin tiempo; el caos sería inimaginable, sin forma de planificar actividades, y el ritmo de la vida se vería interrumpido, un resultado que nadie desea.
Aunque el tiempo es solo una serie de números, la gente común lucha por entender su origen, sin embargo, tiene un impacto significativo en la humanidad. Algunos científicos creen que el tiempo no existe, simplemente es un concepto, y han realizado experimentos para probar sus teorías.
El innovador experimento “Tiempo”
En 1989, el sociólogo Maurizio Montalbini afirmó que el tiempo no existe, lo que causó bastante revuelo. Muchos lo criticaron por buscar fama con declaraciones tan escandalosas, calificando su comportamiento de locura.
Para validar su afirmación, Montalbini planeó el experimento “Tiempo”, recibiendo sorprendentemente apoyo de la NASA para la investigación de datos de astronautas durante misiones espaciales.
Incluso Einstein tenía puntos de vista similares, sugiriendo que el tiempo es una percepción humana, una ilusión que colapsaría si nuestra percepción cambiara.
NASA, que lideraba el experimento, buscaba un voluntario para vivir en aislamiento en una cueva, completamente desprovisto del concepto del tiempo, para ver si el cuerpo experimentaría cambios anormales.
La Configuración Experimental
El experimento tuvo lugar en un lugar apartado en México, donde se seleccionó una cueva del tamaño de una habitación, con un área de 18 metros cuadrados, como base. La cueva, situada unos 30 metros bajo tierra, estaba aislada del mundo exterior excepto por la circulación del aire.
NASA ofreció generosas recompensas para voluntarios dispuestos a vivir en una cueva durante 210 días, con todas las comodidades proporcionadas, incluyendo comida, alojamiento, TV, computadoras y libros para entretenimiento, todo ajustado para no mostrar el tiempo.
Los voluntarios podían hacer lo que quisieran, comer, dormir y ver televisión sin interferencias, pero el personal monitoreaba los cambios hormonales cerebrales a través de dispositivos electrónicos para entender cómo reacciona el cerebro sin noción del tiempo y observar cualquier cambio físico para prevenir accidentes.
Selección del Voluntario
Muchos se postularon para el experimento, atraídos por las recompensas, pero la NASA tenía criterios estrictos debido a los riesgos del experimento. Los candidatos necesitaban resistencia física y psicológica.
Después de probar a un gran grupo de solicitantes, Frine, una decoradora de interiores de 27 años de Italia, fue seleccionada.
Frine estaba emocionada de haber sido elegida y compartió su alegría con su familia, quienes la advirtieron contra convertirse en un “conejillo de Indias”.
Indeterida, Frine, cansada de su trabajo mal remunerado y largas horas, veía el experimento como una oportunidad para ganar dinero simplemente comiendo y durmiendo. Lo consideraba como unas vacaciones extendidas, un descanso de la monotonía de su vida.
Vida en la Cueva
Inicialmente, Frine no se sentía diferente, viviendo como si estuviera en su propia habitación. Sin tiempo, aún lograba comer y dormir según su horario basado en sus hábitos anteriores.
Cuando estaba aburrida, usaba las cajas de cartón destinadas para almacenar alimentos para hacer decoraciones, colgándolas alrededor de su cama, convirtiendo efectivamente la cueva en su hogar.
Sin tiempo, su enfoque en las tareas se volvió más intenso, e incluso ganó varios juegos de cartas en la computadora, algo que no había hecho en mucho tiempo.
Desafíos y Consecuencias
Sin embargo, en un mes, la falta de tiempo trastornó su vida. Sin distinguir el día de la noche, vivía en un estado constante de luz proveniente de tres bombillas incandescentes, comiendo cuando tenía hambre y durmiendo cuando estaba cansada, sin reloj biológico.
El personal que monitoreaba sus ondas cerebrales notó que permanecía despierta por más de 20 horas, luego dormía 10, lo que provocaba fluctuaciones significativas en su actividad cerebral y ansiedad.
Síntomas más severos siguieron; Frine se desorientó, a menudo hablaba sola, perdió peso y descuidó su higiene personal. Su condición sugería riesgos potencialmente mortales.
Por seguridad, la NASA decidió terminar el experimento después de 130 días. Cuando se abrió la cueva, encontraron a Frine tendida en el suelo, sin responder. Cuando el personal intentó ayudarla, ella los apartó, renuente a irse.
Las Consecuencias
Frine, al salir, estaba en un estado terrible, incapaz de reconocer su entorno o pensar por sí misma, necesitando cuidados constantes como un recién nacido.
Después del tratamiento médico, ella podía hablar, pero malinterpretó el tiempo que pasó en la cueva, estimando solo 60 días. Su estilo de vida era caótico, irreconocible para su familia, y necesitó mucho tiempo para recuperarse.
A pesar de tener comida, su falta de apetito y preocupación constante provocaron una pérdida de peso de 17 kg, una tez pálida y una pérdida severa de calcio en huesos y músculos, lo que requirió un apoyo nutricional extensivo.
El experimento “Tiempo” terminó en fracaso, demostrando que el tiempo realmente existe y es crucial para la vida humana. Su ausencia causó un severo trauma físico y mental al voluntario.
Experimentos similares en Francia y Suiza también fracasaron, con la mayoría de los participantes perdiendo la noción del tiempo en 23 días, incapaces de continuar.
Para Frine, vivir 130 días en aislamiento sin ningún contacto ni sentido del tiempo estaba más allá de los límites humanos. Es poco probable que alguien rompa este récord.
Conclusión
El experimento “Tiempo”, aunque cruel, sirvió como advertencia. A pesar de nuestros recursos y condiciones, la vida no puede funcionar sin tiempo. El tiempo, invisible e intangible, a menudo se pasa por alto, pero se ha convertido en un punto de referencia esencial para la existencia humana. Si los humanos no pueden percibir el tiempo, las consecuencias son inimaginables.