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Éclade de Moules: Mejillones ahumados al pino con un toque francés

Un paralelismo sorprendente: Éclade de Moules y la parrillada de almejas de Corea del Norte

Cuando descubrí recientemente la Éclade de Moules (que significa “mejillones reventados”), no pude evitar notar su similitud con las almejas asadas con gasolina de Corea del Norte. Ambos platos presentan mejillones o almejas dispuestos de manera caótica, con conchas carbonizadas que les dan un atractivo crudo y primitivo. Aunque sus orígenes son diferentes, comparten un encanto similar.

Intrigado por el plato francés, investigué sus antecedentes. Es una historia de simplicidad costera, sabores naturales y celebración de los momentos tranquilos de la vida.

Mejillones: La estrella humilde pero fascinante

Los mejillones, con su carne carnosa y filamentos bisales (o “barba”), han sido objeto de fascinación. En la dinastía Ming, incluso se comparaban con la anatomía humana, y un poeta los llamó la “Dama del Mar del Este”.

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En la región francesa de Charente-Maritime, los mejillones prosperan en las aguas tranquilas del Atlántico, protegidas por pequeñas islas. Este entorno pacífico refleja el ritmo de vida relajado de la región, que se ve en la simplicidad de este plato.

Cómo se prepara la Éclade de Moules

La Éclade de Moules es rústica y sencilla. Los mejillones se colocan con sus aberturas hacia abajo para evitar que entre ceniza. Se coloca una capa de agujas de pino secas encima y se encienden. Las agujas arden durante unos 10 minutos, infundiendo a los mejillones un aroma ahumado y resinoso.

Cuando las llamas se apagan, se retira la ceniza y los mejillones están listos para comer. No se necesita condimento: los mejillones absorben el sabor salado del Atlántico, y las agujas de pino añaden una fragancia natural única.

La naturaleza como único ingrediente

Lo que hace especial a la Éclade de Moules es su simplicidad. No hay marinadas complicadas ni presentaciones elaboradas. El plato depende totalmente de los sabores naturales provistos por la naturaleza. El crujir de las conchas, el humo fragante y la experiencia de comer con las manos encarnan la esencia de un estilo de vida costero relajado.

El plato también sorprende en pequeños detalles. Los mejillones, al ser filtradores, a veces contienen pequeños tesoros como granos de arena o sabores inesperados. Esto sirve como un humilde recordatorio del encanto impredecible del océano.

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