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Beef Wellington: orígenes, mitos y su ascenso hacia el lujo

¿Alguna vez te has topado con esos vídeos que hacen babear de gente disfrutando de un Beef Wellington? La vibra siempre es ultra lujosa, ¿verdad? Solo el nombre “Wellington” rezuma opulencia. Y no olvidemos a los expertos que adoran diseccionar este plato, llevando la pretensión a nuevos niveles.

Hablemos de este icónico manjar.

Una sinfonía culinaria de textura y sabor

Imagina esto: el crepúsculo cede ante el anochecer, y el calor del hogar ahuyenta el frío vespertino. Un filete perfectamente sellado, su exterior dorado reluciente, descansa junto a una salsa de champiñones de intenso sabor. Luego, un delicado hojaldre – estratificado como un secreto – lo envuelve, barnizado con un brillo dorado de huevo y grabado con un fino patrón de filigrana. Al entrar al horno, el tiempo obra su magia lentamente, y el aire se impregna de un aroma tentador.

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¡La corteza dorada se abre con un satisfactorio CRUJIDO! ¿Y el corte transversal? Un filete rosado, tierno y sedoso rodeado de ricos champiñones, envuelto en hojaldre crujiente. En este momento, amigos míos, das un sorbo de vino y todo cobra sentido.

La misteriosa historia del Beef Wellington

Ahora, la lección histórica que todos esperábamos.

Este plato, frecuentemente llamado “manjar oficial” del patrimonio culinario británico, supuestamente lleva el nombre de Arthur Wellesley, primer duque de Wellington. Pero aquí está el detalle: no existe registro alguno del siglo XIX que mencione el Beef Wellington.

Desmitificando la leyenda Wellington

¿Por qué entonces este nombre? Algunos dicen que se creó en su honor tras su victoria en Waterloo (1815). Otros sugieren que era su plato favorito. ¿La verdad? Nadie lo sabe con certeza.

Analicémoslo: carne asada masa = clásico culinario. La carne ofrece su esencia primal, proteínas y la mágica reacción de Maillard, mientras la masa sella los sabores brindando un contraste textural delicioso.

Jane Garmey lo resume perfectamente en su libro Great British Cooking (1981): “Nunca he encontrado referencia al Beef Wellington en ningún libro de cocina británico, antiguo o moderno… pues cocinar carne en masa era común a finales del siglo XVIII”.

¡Tiene razón! La evolución es clara: de humilde pastel de carne a sofisticado Wellington. La masa se refinó en hojaldre, el relleno en filete premium, añadiéndose capas de tocino y duxelles de champiñones (mezcla de champiñones con nombre francés elegante).

Duxelles: el ingrediente francés que robó el protagonismo

Hablando de duxelles – este compuesto de champiñones es el alma del Wellington, y (sorpresa) es invención francesa. Naturalmente, los franceses no están contentos. Alegan que los británicos robaron el plato. Ellos no lo llaman “Wellington”, sino “filet de boeuf en croûte” (filete de res en costra).

Los irlandeses también opinaron: “¡El duque de Wellington era irlandés! ¡Esto es tradición nuestra!”

Los austriacos contraatacaron: “¡Error! ¡Fue creado para Wellington en el Congreso de Viena (1815) por nuestros chefs!” Incluso citan un libro de cocina polaco de 1910 donde el autor afirma haberlo aprendido en Viena.

Es un caos histórico sin pruebas contundentes.

El giro estadounidense del Wellington

En medio del debate, Estados Unidos intervino: “¿Y si el Wellington es nuestro?”

El 10 de noviembre de 1899, el SS Fürst Bismarck (Hamburgo-Nueva York) incluyó Wellington steak en su menú. En 1903, el Hotel Angeles de Los Ángeles lo sirvió en un banquete bancario.

Los europeos refunfuñaron: “¡Esto no es apropiación, es robo descarado!”

El resurgir del Wellington en los 60

Tras un periodo de silencio, el Wellington resurgió. En los 60 ganó estatus de “plato prestigioso”. Periódicos, revistas y libros de cocina estadounidenses lo promocionaron:

  • Los Angeles Times, 25 de mayo de 1958
  • The Gourmet Cookbook, 1965
  • The New York Times Menu Cookbook, 1966
  • The White House Chef Cookbook, 1967
  • The French Chef Cookbook, 1972

Este auge coincidió con el deseo post-Segunda Guerra Mundial de refinamiento. Hamburguesas y pollo frito seguían siendo populares, pero las familias buscaban sofisticación ocasional. El Wellington encajaba: complejo, sustancioso y con nombre aristocrático.

Símbolo de estatus y declive

El Wellington se convirtió en trofeo culinario para amas de casa adineradas. Hasta el presidente Nixon era fan. Entre los 60 y 80, con el auge económico estadounidense, su reputación creció.

Pero en los 80, los ricos viraron hacia sushi y comida italiana. La clase media retornó a comfort food. El Wellington gradualmente pasó a segundo plano.

El regreso del Wellington

¿Por qué su resurgimiento actual? La misma razón de los 60: nombre elegante y teatralidad culinaria. No solo se come, se experimenta. En un mundo ávido de drama gastronómico, el Wellington es el protagonista perfecto.

Conclusión: Ya sea símbolo de sofisticación o cena divertida, el Wellington ha sobrevivido décadas de cambios. Un plato que resistió disputas nacionales, crisis económicas y evoluciones del gusto. Y llegó para quedarse.

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