A lo largo de sus 30 años en prisión, la vida de Michael Sullivan cambió drásticamente. Su madre y cuatro hermanos fallecieron, y su primer amor siguió adelante con su vida. Todo esto ocurrió por un asesinato que él nunca cometió.
El comienzo de la pesadilla

El 8 de marzo de 1986, poco después de la medianoche, el cuerpo de Wilfred McGrath fue encontrado detrás de un supermercado abandonado. McGrath había sido brutalmente asesinado. Su cuerpo estaba envuelto en una manta con los pies atados con cables, mostrando claras señales de una golpiza severa.
La policía identificó rápidamente a Gary Grace como sospechoso. Grace llegó a un acuerdo con las autoridades, alegando que podía nombrar al principal responsable a cambio de una sentencia reducida. Según Grace, el verdadero asesino era Sullivan.
La investigación reveló que la hermana de Sullivan había pasado la noche anterior al asesinato con McGrath. Regresaron juntos al apartamento de Sullivan, lo que le dio a Sullivan tanto la oportunidad como el motivo para cometer el crimen.
El testimonio de Grace también describió cómo Sullivan pisoteó repetidamente la cabeza de McGrath, incluso detallando la chaqueta morada que Sullivan usó durante el ataque. La policía luego encontró esta chaqueta y afirmó haber descubierto manchas de sangre en las mangas, junto con un cabello que no era de Sullivan, sino de McGrath.
Una condena injusta

La policía insistió en que Sullivan era culpable. Señalaron la sangre en su chaqueta como prueba. A pesar de sus protestas, Sullivan fue condenado por asesinato y robo a mano armada en 1987, y sentenciado a cadena perpetua. Grace, quien había implicado a Sullivan, recibió solo una sentencia de seis años.
Sullivan, junto con su familia, clamó desesperadamente, insistiendo en su inocencia. Sin embargo, sus súplicas cayeron en oídos sordos y fue enviado a prisión.
Durante casi 30 años, Sullivan vivió la pesadilla de una encarcelación injusta. Soportó constantes acosos de otros reclusos: en un incidente, casi le arrancan la nariz de un mordisco; en otro, un recluso casi le mastica la oreja. Su novia de la secundaria, que lo conocía desde los 12 años, lo esperó durante 10 años pero finalmente siguió adelante. Sullivan describió su tiempo en prisión como “extremadamente difícil”, especialmente sabiendo que era inocente.
Un avance después de 26 años

En 2011, el destino de Sullivan comenzó a cambiar. Junto con su abogado, nunca había perdido la esperanza de probar su inocencia. Finalmente, en 2011, su abogado convenció al tribunal de analizar la evidencia crítica: la chaqueta morada. Las pruebas de ADN revelaron que no había manchas de sangre en la chaqueta, y el cabello que se creía era de McGrath tampoco resultó ser suyo.
El avance llegó cuando se demostró que la evidencia usada inicialmente para condenar a Sullivan era falsa. La policía había fabricado pruebas, y Sullivan fue declarado inocente.
Con los nuevos hallazgos, el tribunal ordenó un nuevo juicio en 2012. Sullivan fue liberado en 2013 después de pasar 26 años entre rejas. Sin embargo, fue monitoreado electrónicamente y puesto bajo arresto domiciliario durante otros seis meses. Cuando finalmente pudo salir y respirar aire libre, ya era 2014.
La vida después de la exoneración

En 2014, el tribunal supremo declaró la inocencia de Sullivan. Sin embargo, para 2019, el tribunal decidió no revisar su caso nuevamente. Muchos testigos habían fallecido y otros eran demasiado mayores para recordar con claridad, haciendo imposible un nuevo juicio. Así, el caso de Sullivan finalmente se cerró con un veredicto de inocencia.
Aunque Sullivan se sintió aliviado por la decisión, también temía reintegrarse a la sociedad. Habiendo pasado la mitad de su vida en prisión, estaba desactualizado respecto al progreso del mundo exterior. No recibió capacitación laboral durante su encarcelamiento, ya que su cadena perpetua lo excluía de dichos programas. Una vez libre, luchó por encontrar trabajo y solo pudo ayudar a su familia con pequeños trabajos, como lavar ropa, similar a lo que hacía para otros reclusos.
Apoyo familiar y la saga de la indemnización

Sullivan ahora vive con su hermana, su perro Yorkie Buddy y las palomas que ella cría. Su hermana ha expresado indignación por el error judicial. Insiste en que su familia siempre creyó en la inocencia de Sullivan y lo apoyó durante todo el proceso. Durante su encarcelamiento, la familia se mantuvo en contacto con él dos veces por semana. La hermana de Sullivan dice: “Sin mí, mi hermano estaría sin hogar y en las calles”.
A principios de 2019, un jurado en Massachusetts determinó que Sullivan debía recibir una indemnización del estado. Sin embargo, debido a las leyes estatales, la compensación máxima por condena injusta se limita a $1 millón, a pesar de que el estado había acordado pagar $13 millones.
A Sullivan se le otorgó $1 millón por los años perdidos, aunque considera esto una compensación mínima comparada con la vida que perdió. Planea comprar una camioneta nueva, cumpliendo un sueño de la infancia. La mayor parte del dinero, sin embargo, será ahorrada para su sobrina y sobrino, asegurando que tengan lo necesario al cumplir 21 años.
“Este dinero será para ellos”, dice. “Mi objetivo más importante ahora es cuidar de mi sobrina y sobrino”.
Conclusión
Tras décadas de encarcelamiento injusto, el caso de Sullivan subraya los efectos devastadores de los errores judiciales. A pesar de su exoneración, reconstruir su vida es un proceso lento y lleno de dificultades. Su historia sirve como recordatorio de la importancia de garantizar equidad y transparencia en el sistema judicial, así como los costos irreversibles de las condenas falsas.