El 30 de octubre de 1961, apenas 16 años después de que la humanidad entrara en la era de la guerra nuclear, la Unión Soviética detonó una increíblemente poderosa bomba de hidrógeno conocida como la “Bomba del Zar” o el “Rey de las Bombas”. Esta explosión sigue siendo la más grande artificial de la historia, intensificando los temores durante la Guerra Fría.
Comparada con la bomba atómica “Little Boy” lanzada sobre Hiroshima, que tuvo un rendimiento de 15 kilotones de TNT y era capaz de destruir una ciudad entera, la Bomba del Zar tuvo un asombroso rendimiento de 50 megatones de TNT. Esto era lo suficientemente poderoso como para destruir un país pequeño.
Ubicación y explosión de la prueba
La bomba fue lanzada en la remota Isla Severny del archipiélago de Nueva Zembla en el Ártico ruso. La explosión generó una bola de fuego de 8 kilómetros de diámetro y una nube en forma de hongo que alcanzó los 160 kilómetros de altura. Debido a la ubicación remota y la escasa población, no hubo muertos ni heridos graves durante la prueba. Sin embargo, la onda expansiva de la explosión dio tres vueltas a la Tierra, causando daños menores en pueblos ubicados a 880 kilómetros de distancia. 
La misión de bombardeo
Antes de transportar la Bomba del Zar a Nueva Zembla, altos oficiales militares soviéticos seleccionaron meticulosamente al equipo de lanzamiento para que soltara el dispositivo desde 10 kilómetros de altura. Andrei E. Durnovtsev fue elegido como líder del escuadrón y pilotó un bombardero Tu-95 “Bear” modificado especialmente para transportar la bomba. Otro mayor no identificado de la Fuerza Aérea Soviética voló en un avión más pequeño Tu-16 para observar y filmar el evento.
Aunque la bomba estaba equipada con un paracaídas para ralentizar su caída y dar tiempo a la tripulación para escapar del radio de explosión, todos sabían que las posibilidades de supervivencia del equipo de bombardeo eran solo del 50%. Nadie había creado antes un dispositivo nuclear tan poderoso, por lo que los efectos exactos de su explosión eran impredecibles.
Preparación y escape
Ambos aviones fueron recubiertos con una pintura blanca antiradiación especial, un revestimiento militar diseñado para reflejar el intenso calor de una explosión nuclear y proteger la aeronave y la tripulación. Los miembros de la tripulación usaron visores para proteger sus ojos del destello intenso. Al despegar, sabían que su destino estaba fuera de su control.
Cuando Durnovtsev llegó a la zona de lanzamiento designada, generales soviéticos en tierra liberaron remotamente la bomba de 27 toneladas. El artefacto desplegó inmediatamente su paracaídas y comenzó su descenso hacia la altura de detonación programada. Durnovtsev sabía que solo tenían unos dos minutos y medio para evacuar al menos 50 kilómetros. Se concentró en llevar a la tripulación a un lugar seguro, depositando sus esperanzas en su capacidad para escapar a tiempo.
Detonación y consecuencias
Cuando la bomba detonó, el avión más pequeño y rápido ya había volado al menos 80 kilómetros, mientras que el Tu-95 de Durnovtsev estaba a solo 45 kilómetros del epicentro. La onda expansiva supersónica de la Bomba del Zar impactó la aeronave, haciendo que perdiera casi 1.6 kilómetros de altitud. Tres tripulantes perdieron el conocimiento, pero Durnovtsev logró mantener el control y recuperar la trayectoria de vuelo adecuada. Aterrizaron sanos y salvos a unos 500 kilómetros de distancia en una base aérea.
Por su audaz escape y supervivencia, Durnovtsev fue ascendido inmediatamente a coronel y condecorado como Héroe de la Unión Soviética.
