Perder un hijo es una de las experiencias más devastadoras que puede afrontar una familia.
Para una familia en San José, California, su dolor se convirtió en conmoción e indignación después de que una funeraria cometiera una serie de errores que muchos describieron como impensables.
El fideicomiso de una familia depositado en una funeraria

El 19 de mayo, Alexander Pinon, de 27 años, falleció inesperadamente enSan José, una ciudad importante enCalifornia.
Sus padres estaban abrumados por el dolor y se concentraron sólo en darle a su hijo una despedida digna.
Confiaron todos los arreglos del funeral a una funeraria local y pagaron casi $10,000 por un paquete de servicio completo.
Esto incluía embalsamamiento, preparación del cuerpo, transporte y servicios de entierro.
La familia hizo una petición específica.
Querían que Alejandro fuera enterrado con ropa formal preparada por la funeraria.
Se les devolvería la ropa que llevaba en el momento de su muerte.
Una bolsa de riesgo biológico con una sorpresa aterradora

En junio, el gerente de la funeraria le entregó al padre de Alexander una bolsa roja marcada con unriesgo biológicoadvertencia, una etiqueta que normalmente se utiliza pararesiduos biopeligrosos.
Ella le dijo que la bolsa contenía la ropa de su hijo.
El padre llevó la bolsa a casa y planeó lavar la ropa antes de guardarla.
Cuando abrió la bolsa y vació su contenido en la lavadora, se dio cuenta de que algo andaba terriblemente mal.
Dentro no había ropa.
En cambio, la bolsa contenía lo que parecía ser tejido cerebral humano.
Una autopsia de la que nadie se enteró
Los padres de Alejandro quedaron atónitos.
Nunca les habían informado que unautopsiase había realizado.
No sabían que el condadojuez de instrucciónpodrían haber eliminado el cerebro de su hijo.
Según el abogado de la familia, los padres no estaban seguros de si el cerebro pertenecía a Alexander.
Temían una posible confusión con restos humanos.
Sin orientación ni explicación, el padre de Alexander sacó el cerebro de la lavadora.
Lo volvió a colocar en la bolsa roja y lo devolvió inmediatamente a la funeraria.
Una respuesta escalofriantemente casual

El director de la funeraria aceptó la bolsa sin visible preocupación.
No confirmó si el tejido pertenecía a Alexander.
Ella no ofreció ninguna explicación ni disculpa.
Su única respuesta fue breve:
“Déjamelo a mí”.
La familia todavía no recibió la ropa de Alejandro.
Creían que el asunto finalmente se manejaría adecuadamente.
Un segundo fracaso sale a la luz
Alejandro fue enterrado al día siguiente enParque conmemorativo de Oak Hill, un conocido cementerio de San José.
Su familia intentó iniciar el proceso de duelo y curación.
Dos o tres meses después, un empleado de la funeraria se presentó como denunciante.
Lo que revelaron fue aún más inquietante.
Luego de recibir el cerebro, el gerente lo colocó dentro de una caja y lo dejó en el patio exterior de la funeraria.
La caja permaneció allí durante más de dos meses.
Cuando finalmente otro empleado lo descubrió, el cerebro se había descompuesto gravemente.
El olor era insoportable.
Los restos nunca se habían conservado adecuadamente.
Nunca fueron colocados en el ataúd de Alejandro.
Lo habían enterrado sin su cerebro.

Trauma emocional y acción legal
El abogado de la familia afirmó que el mal manejo de los restos de Alexander provocó una angustia psicológica extrema.
Los padres informaron de pesadillas, ansiedad, depresión y trauma emocional duradero.
Descubrir el cerebro de un niño dentro de una lavadora y luego descubrir que lo dejaron afuera para que se pudriera se describió como una pesadilla que ninguna familia debería soportar.
La familia ha presentado ahora una demanda acusando a la funeraria de negligencia grave y manipulación inadecuada de restos humanos.
Sostienen que la funeraria incumplió sus responsabilidades profesionales más básicas.
Un último deseo de descanso

Mientras emprenden acciones legales, los padres de Alexander están trabajando para que su cerebro se reúna con su cuerpo.
Esperan volver a enterrarlo adecuadamente para que todos sus restos finalmente puedan descansar juntos.
Para esta familia, perder a su hijo ya era una tragedia insoportable.
Lo que siguió sólo profundizó el dolor y dejó cicatrices que quizás nunca sanen por completo.